DÍA 6. DEL LAGO VICTORIA AL PARQUE NACIONAL DE SERENGETI

 

En este día nuestro objetivo era el parque nacional de Serengeti, que deriva del maa siringet o “llanura sin fin” para que nos entendamos, todo un acierto de nombre porque el Serengeti es un vasto paisaje de sabana que recuerda a un mar de hierba con la inalcanzable línea del horizonte como telón de fondo. Creado en 1951, es el parque más antiguo de Tanzania y su fama comenzó a raíz del aclamado documental de la década de los cincuenta “Serengeti shall not die”.

A lo largo de la ruta trataba de no expresar opinión alguna sobre los lugares que visitaríamos para evitar crear expectativas, porque al fin y al cabo cada uno tenemos nuestra forma de disfrutar las experiencias. Pues bien, con el Serengeti me resultaba bastante complicado porque cada vez que se mencionaba su nombre ponía cara de enamorada: es un lugar único en el mundo por la infinitud de sus llanuras y la elevada concentración de mamíferos y aves. Y nosotros dormíamos dos noches en mitad del Serengeti. Actualmente sigo manteniendo esa relación sentimental con el parque y sus habitantes los animales, únicos seres vivos que viven aquí, los cuales me regalaron una temporada de sensaciones, imágenes y vivencias que siempre ocuparán un lugar privilegiado en mis anécdotas y recuerdos.

 

Serengeti, Tanzania

 

En este parque de más de 14.500 km2 (supera la extensión de Murcia, 11.000 km2) viven unos 3.000.000 de animales, de los cuales más de 1.000.000 son ñus. Tanto aquí como en Maasai Mara tienes la oportunidad de encontrar a los cinco grandes de África o Big Five, llamados así porque eran los cinco grandes trofeos de caza en el siglo XIX: león, elefante, leopardo, rinoceronte y búfalo.

El censo de la población de animales en libertad es difícil de saber en Serengeti y por extensión, en el resto del mundo. Las cifras suelen variar según las fuentes y en muchos casos, se desconocen con exactitud. Por tener algunas referencias, el parque cuenta con 2.500 leones, la mayor concentración de este animal en el mundo, 5.000 elefantes, 1.000 leopardos (contando la extensión de Maasai Mara) y el desbordante número de casi 50 rinocerontes de labio ganchudo. El número de guepardos en el mundo ha retrocedido de 1.000.000 en 1900, a 7.000 en la actualidad, 300 entre Maasai Mara y Serengeti.

Sin embargo, lo que está claro es que tanto en Kenia como en Tanzania los animales salvajes siguen amenazados por factores como la caza furtiva, el turismo y la ganadería, y algunos como el rinoceronte negro o de labio ganchudo están en peligro de extinción.

 

Serengeti, Tanzania

 

Tanzania ha perdido el 90% de sus elefantes en los últimos cuarenta años a raíz de la caza furtiva. A la consabida caza ilegal masiva de elefantes y rinocerontes a nivel mundial se suman otras prácticas menos conocidas como el tráfico de guepardos cachorros para su venta como mascotas exóticas a excéntricos de Emiratos Árabes Unidos, cuyo alcance en cifras se desconoce pero los datos apuntan a que es un comercio a gran escala. De hecho, varios contrabandistas de crías de guepardo fueron detenidos en Kenia y Tanzania en 2017. Además, en el Serengeti existen prácticas ilegales y crueles como la caza mediante trampas de lazo, en las cuales los animales mueren ahorcados.

 

Serengeti, Tanzania

 

El turismo tiene sus dos caras: es una de las principales fuentes de ingresos en Kenia y Tanzania, pero también un problema cuando se convierte en algo masivo. En algunos accesos al parque de Serengeti hay unas pegatinas obra de The Serengeti Cheetah Project que alertan sobre la muerte de un guepardo cada varios meses por el atropello de un turismo, y resumen una serie de normas para evitar esta situación que afecta también a otras especies de animales.

 

 

Otro problema y no solo en Tanzania consiste en el choque de intereses entre la fauna y las comunidades locales. El crecimiento poblacional va aparejado a una mayor explotación de los recursos naturales, reduciendo el hábitat de los animales. En las regiones maasai, al sur de Kenia y norte de Tanzania principalmente, los locales se han dedicado tradicionalmente a la ganadería, generando un problema de competencia en el uso de las tierras a lo largo del ecosistema Serengeti – Mara. Así, se calcula que unas 20.000 cabezas de ganado son introducidas clandestinamente en la reserva Maasai Mara cada noche y en el Serengeti, 300 familias maasai están establecidas en la parte este del parque, donde los leones son abatidos en respuesta a la salvaguarda de su ganado. También se han dado casos de matanzas preventivas de estos felinos mediante envenenamiento.

Este último caso es complejo de solucionar en gran medida por los intereses económicos subyacentes, pues los propios maasai también salen desfavorecidos cuando ven sus tierras reducidas a favor del incremento de las áreas de parques naturales y caza. En Loliondo, al noroeste de Serengeti, las empresas de safari Tanzania Conservation Ltd (TCL) y Otterlo Business Corporation (OBC) les han quitado tierras, se han compinchado con la policía local para reprimirles y les han desalojado violentamente de sus casas. No hay que olvidar que la caza es un sector que mueve anualmente millones de dólares tan solo en Tanzania.

 

Ngorongoro, Tanzania

 

La llamada caza deportiva de los siglos XIX y XX practicada por las élites del mundo occidental acabó poniendo en riesgo la población de varias especies animales. Entre los asiduos de este deporte de riesgo estaban personajes de la talla del presidente estadounidense T. Roosevelt o el escritor E. Hemingway. Actualmente la caza de trofeos está permitida en casi toda África, donde anualmente los países establecen una cuota disponible de animales, como es el caso de Tanzania. En Kenia, por contra, se prohibió en los años setenta del siglo pasado. Veinte países son los responsables del 97% de las importaciones de trofeos de todo el mundo, con EEUU “en cabeza” de esos trofeos (nunca mejor dicho) y muy por detrás, precisamente España, seguida de Alemania. A pesar de que los gobiernos y cazadores defiendan presuntas medidas conservacionistas en la caza controlada, la realidad es que muchas compañías de safaris se exceden en dichas cuotas y permiten las matanzas a cambio de un buen fajo de billetes. Por si esto fuera poco, en aquellos lugares donde la caza está prohibida se engaña con cebos a los animales para que crucen a otras áreas donde sí esta permitida.

A pesar de este desalentador panorama, existen proyectos de conservación que han conseguido incrementar la población de algunas especies y medidas encaminadas a concienciar a los locales sobre la importancia de preservar su entorno salvaje.

Nosotros accedíamos al parque por Ndabaka o Ikoma, y de camino al campamento solíamos ver babuinos, herbívoros y a veces incluso felinos. La ventaja de entrar desde Ikoma es que también dejábamos el Grumeti a nuestro paso, uno de los ríos que junto con el Mara cruzan los ñus en su migración hacia el norte. Normalmente llegábamos a nuestro destino al atardecer, bajábamos del camión y contemplábamos la puesta de sol, la cual solía ser una imagen idílica en tonos pastel que el genial Salvador, un argentino de doce años, calificó como “estampa de Dios te ama”.

 

Atardecer en Serengeti, Tanzania

 

El campamento estaba organizado en tented camps, tiendas con baño privado que imitan los alojamientos de los safaris del XIX. Para despejar dudas y en vista de que alguno tuvo la chocante ocurrencia de preguntarlo, no tenía servicio de planchado. Las duchas eran depósitos de tela con agua calentada mediante energía solar o a leña y en este campamento, estaban al aire libre aunque rodeadas por la tela de la tienda. Estos depósitos tenían una rueda en la base para regular la salida del agua al girarlas, a priori una tecnología sencilla… salvo para Linda y Yesica. Me encontraba dando una vuelta cuando de repente oí unas carcajadas procedentes de su tienda y un palo dando golpes al depósito de agua. Al parecer, Linda y Yesica habían deducido que era más fácil voltear el depósito con un palo que encontraron para que el agua desbordara y cayera a riadas, que girar la rueda y dejar pasar el agua a través de una placa con agujeros. Con esta y muchas anécdotas más, cenábamos y nos retirábamos pronto a nuestras tented camps para descansar.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *