En este diario te cuento mi escapada a Berlín con mis padres durante cuatro días. Nosotros fuimos a mediados de noviembre, ideal si no te importa estar a temperaturas que te dejan al borde de la congelación. Al final del relato, encontrarás un esquema con la información para tu día a día en la capital alemana. Si necesitas información detallada sobre comida, transporte y alojamiento, pincha aquí.

Berlín
Berlín

DÍA 1: BERLÍN IMPERIAL Y NAZI

Llegamos el día anterior en un vuelo de Ryanair que aterrizó a las 20.30h. En 1h habíamos llegado a Schulz Hotel, de reciente apertura y con una buena relación calidad – precio. Al día siguiente decidimos hacer un Free City Tour en español con Paseando por Europa para tener una idea general de la ciudad. Con el frío que hacía y siendo lunes a las 10h, estaba convencida de que estaríamos solos durante la visita. Estaba convencida, y también totalmente equivocada: éramos unos veinte españoles ateridos por las temperaturas del Berlín de noviembre. Quizá sea habitual grupos tan grandes en estos tour, pero lo que es una realidad es que entre los turistas españoles que hay en Berlín y los que han emigrado a cualquier país a raíz de la crisis, vamos a dejar España con menos habitantes que un pueblo de La Mancha.

Recorrimos con el guía Javier los sitios más relevantes de la Berlín imperial y de la época nazi. Comenzamos en la llamada Museumsinsel o isla de los museos, concretamente en Lustgarten, los jardines frente a la catedral decimonónica de Berlín. He aquí sus principales atractivos turísticos:

Altes Museum (Museo Antiguo), obra neoclásica del arquitecto Karl Friedich Sinkel, nombre que nos hizo aprender Javier y dado que lo recuerdo, aprovecharé a mencionarlo en cuanto vea la posibilidad para rentabilizar haberlo aprendido de memoria (no suelo hablar de Sinkel a menudo). El museo alberga la colección de arte antiguo de la familia real prusiana. En frente, unas obras vienen a resumir el afán del hombre por derruir y (re)construir según los intereses del momento histórico: una reconstrucción fiel en proceso del antiguo Berliner Stadtschloss o palacio real, destruido en 1950 y sobre el que se levantó el ayuntamiento de la RDA, posteriormente también derruido.

Pergamonmuseum (todo junto y sin respirar), cuya joya el altar de Pérgamo se encuentra en restauración. Aquí también se hallan la puerta de Ishtar y la puerta del mercado romano de Mileto.

Neues Museum (museo nuevo), con marcas de bala en sus columnas, dejando a los ojos de viandantes la posibilidad de ver estas cicatrices de la II Guerra Mundial. Aquí se encuentra el afamado busto de Nefertiti.

Alte Nationalgalerie (galería de arte antiguo), para los interesados en el arte del siglo XIX.

Bode Museum (museo Bode) contiene una colección importante de esculturas antiguas y también arte bizantino.

A continuación Javier nos guió hasta la avenida Unter der Linden para visitar el edificio Neue Wache (nueva guardia), igualmente levantado por el arquitecto Schinkel. En el interior, el grupo escultórico de Käthe Kollwitz “Madre e hijo muerto” representa a su hijo perdido durante la I Guerra Mundial, y actualmente es un memorial a las víctimas de la guerra y la dictadura. En el techo, un óculo descubierto deja que la luz, lluvia y nieve caiga sobre la pietá de Kollwitz, como también se la conoce, acentuando el dramatismo de la escena.

Pietá de Kollwitz, Berlín
Pietá de Kollwitz

La nueva guardia está flanqueada por el Deutsches Historisches Museum (museo histórico alemán) y la universidad de Humboldt, entre cuyos estudiantes ha habido 29 premios nobeles como Einstein, por ejemplo. En frente, la ópera de Berlín.

Continuamos por la coqueta plaza Gendarmenmarket, llamada así porque estaba ocupada por el cuartel del regimiento Gens d´Armes (hombres armados), y ahora ocupada por los preparativos de un mercado navideño que abriría en los próximos días. Entre tanto puesto de Navidad se alzaban dos iglesias gemelas de estilo barroco, la iglesia de los hugonotes o franceses, y la iglesia de los alemanes, ambas reconstruidas. En medio de ambas, la Konzerthaus de Berlín, sede de la orquesta sinfónica y diseñada por nuestro amigo Schinkel. En este edificio se estrenó la IX sinfonía de Beethoven.

La siguiente parada fue Bebelplatz (plaza de Bebel), escenario de la quema de libros censurados por los nazis en la noche del 10 de mayo de 1933. En el centro de la plaza hay una luna de cristal a través de la cual se ven varias estanterías blancas cuyas dimensiones se equiparan al espacio que debían ocupar los libros desaparecidos. Al sur de la plaza la catedral de santa Eduvigis (“precioso” nombre, por cierto) ocupa el puesto de ser la catedral católica más antigua de la ciudad.

Ya en Wilhelmstraße Javier nos explicó la historia del actual Ministerio Federal de Finanzas o Bundesministerium der Finanzen, lo que viene siendo nuestro temido Ministerio de Hacienda, pero más temido aún pronunciado en alemán. Ministerio del aire durante el III Reich alemán, desde aquí se lanzaban las órdenes que lanzarían las bombas sobre “el enemigo”, todo un lujo de ministerio. El edificio resistió los bombardeos de los años 1944 – 45, seguramente por el interés que los aliados tenían en salvaguardar los documentos sobre aviación que el ministerio albergaba. Finalizada la guerra, se convirtió en el ministerio de trabajo durante la RDA. Frente al edificio una foto ampliada en el suelo y protegida con un vidrio muestra los huelguistas de 1953 que frente al ministerio protestaron por la subida que exigió el gobierno de un 10% en la producción. La manifestación fue violentamente reprimida por los tanques soviéticos alemanes.

Seguimos por la Berlín de época nazi hasta llegar a una explanada con edificios residenciales situados entre Postdamer Platz y Brandenburger Tor: el lugar donde se localizaba el búnker (Führerbunker) en el que Hitler acabó con sus días junto a su amante y reciente esposa Eva Braun. Aquí también estaba la nueva cancillería del III Reich, en cuyos jardines se construyó el búnker. Fue demolida después de la guerra. Y a menos de 300 metros está el memorial del holocausto obra del arquitecto Peter Eisenman. Se trata de un espacio de 2711 bloques de hormigón con diferentes alturas y sobre un terreno ondulado; aunque el significado del monumento se desconoce, se puede recorrer a modo de laberinto, consiguiendo que uno alcance una sensación extraña y envolvente. Desde luego, las formas grises angulosas de los bloques y las gélidas temperaturas no ayudaban a suavizar la crudeza del lugar. Existe un centro de información sobre el holocausto con una sala sobrecogedora con los nombres y fechas de nacimiento de todas las víctimas judías.

Memorial del Holocausto, Berlín
Memorial del holocausto

La visita termina en la puerta de Brandeburgo, un acceso del siglo XVIII a la ciudad y símbolo del triunfo de la paz sobre las armas. El paso a través de la arcada central quedaba reservado a la familia real y a grandes personalidades, además de ser protagonista del paso de tropas napoleónicas y desfiles nazis. Durante la II guerra mundial el monumento sufrió graves daños y la cuádriga con la imagen de la Victoria quedó prácticamente destruída. Actualmente la puerta está restaurada y la escultura es una copia de la original.

Antes de despedirse Javier alzó el brazo para señalar uno de los hoteles más lujosos de Berlín: el hotel Adlon. Entré con mis padres sin olvidar antes revisar mi vestimenta: me quité el gorro de lana, la capucha del plumas, intenté sin éxito colocarme los rizos aplastados, me planché el vaquero con las palmas de las manos enguantadas y crucé el umbral con decisión a la cabeza de la comitiva formada por mis padres, los cuales no gozaban de una estética mucho mejor que la mía. Al lado de las tropas napoleónicas cruzando la puerta de Brandenburgo, mi familia y yo debíamos de dar un aspecto bastante cómico al cruzar la puerta del elegante Adlon. Merodeamos por la entrada de estilo bastante clasicón y nos topamos con unos españoles que nos acompañaban en el tour, seguramente tan prestos como nosotros a subir a sus flamantes habitaciones para darse un baño caliente.

Tras salir del hotel urgía buscar un sitio donde comer. Nos dejamos caer en un restaurante cerca de la puerta de Brandeburgo para acabar hincando el diente al plato nacional: la salchicha, acompañada con mezclas varias. En mi caso degusté una currywurst con puré de patata y una cerveza.

Una vez recargada la batería continuamos nuestro “turisteo” por la ciudad. La primera parada fue el Reichstag, actual Bundestag o parlamento alemán. El antiguo Reichstag tampoco se salvó de la destrucción durante la guerra; reconstruido en los cincuenta y remodelado en los 90 ya por el arquitecto Norman Foster (Calatrava estaba entre los candidatos), actualmente está abierto al público y la entrada es gratuita, aunque tiene que reservarse con antelación debido a la elevada afluencia de turistas. Nosotros no entramos.

Bundestag, Berlín
Bundestag

Después nos fuimos al museo Topographie des Terrors (topografía del terror), llamado así porque ocupa el lugar donde antes se hallaba la GESTAPO y las oficinas de las SS así como otros cuerpos de seguridad. El interés reside en algunas fotografías y en los restos de muro conservado al exterior del edificio; por lo demás, no deja de ser un bombardeo de información sobre GESTAPO y SS pegada en paneles explicativos, lo que suele hacer la visita un tanto pesada y aburrida.

A menos de cinco minutos andando está el Checkpoint Charlie, el punto más conocido desde el cual se podía cruzar al Berlín oriental durante la guerra fría. Charlie, lejos de ser un personaje de carne y hueso con una historia mítica tras de sí, no es más que la alusión a la tercera letra del alfabeto fonético de la OTAN, ya que este puesto fronterizo era el tercero del muro. Por este paso cruzaron personas privilegiadas con permiso, pero también hubo quienes intentaron fugarse y fueron asesinados en el intento por los militares que controlaban el paso. El caso más conocido fue la primera víctima del muro: Peter Fechter. Este joven de 18 años intentó cruzar el muro con un amigo desde la RDA (Berlín este). Su amigo lo consiguió, pero él recibió un disparo que le hizo caer en pleno ascenso y morir desangrado a ojos de los testigos situados a ambos lados del muro. Nadie intervino por miedo a desatar un tiroteo. Hoy en día Checkpoint Charlie es más lo que ha significado que el lugar en sí, una caseta de control reconstruida y la réplica del cartel que avisaba de estar accediendo o abandonando el sector occidental americano. Al lado, el museo del muro de Checkpoint Charlie se centra en acontecimientos acaecidos durante la guerra fría.

Terminamos el día en el mercado navideño de Potsdamer Platz. Mi madre estaba entusiasmada con la idea de ver estos mercados, pero la mayoría estaban todavía cerrados. Aproveché la ocasión para tomarme un vino caliente (glühwein). Francamente, a pesar de que cada sorbo era como beberme un don Simón de cartón, me resucitó por unos minutos. Les ofrecí a mis padres como medida urgente de reanimación, aunque realmente lo que pretendía era reírme de sus caras tras probar el vino caliente. Antes de que desaparecieran los efectos del glühwein estábamos cogiendo el metro para volver al hotel. Cenamos de camino, un bocadillo en el Subway de la estación, lo más práctico para llegar a la habitación, darse una ducha, olvidarse del estómago y dormir. Había sido un día muy productivo (y muy frío).

Diario ilustrado de Berlín
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