DÍA 3. SAFARI EN LA RESERVA NACIONAL DE MAASAI MARA

 

Los rayos de sol empiezan a acariciar las mañanas del tercer día un rato después de habernos despertado para hacer nuestro safari por la reserva nacional de Maasai Mara.

La reserva nacional de Masai Mara está localizada al suroeste de Kenia, haciendo frontera con el país tanzano, y se sitúa a una altitud de 1500 – 2170 metros. Los comienzos de su formación se remontan a 1948, cuando se creó Mara Game Reserve (actual Mara Triangle); quince años después, se incluyó el área al este del río Mara de esta reserva y, tras unos pequeños ajustes en 1984, terminaron por marcarse los límites de la actual reserva nacional de Masai Mara con un total de 1510 km2, casi tres veces el parque nacional de Doñana (Andalucía, 540 km2). Los alrededores del parque pertenecen al ecosistema Greater Mara y es donde se encuentran las áreas de conservación de Masai Mara o Conservancies en las cuales, a diferencia de la reserva donde solo se ven animales, conviven fauna salvaje y pueblo maasai.

 

Masai Mara, Kenia

 

Con 95 especies de mamíferos y 570 de aves Masai Mara es, junto con el Serengeti, uno de los mejores lugares del mundo para disfrutar de la fauna salvaje. Con esta suculenta información y la emoción del primer safari nos adentrábamos en la reserva a través de Simba Gate, la entrada más sofisticada de toda nuestra ruta por Kenia y Tanzania: una caseta custodiada por rangers con un tronco a modo de barra disuasoria que se subía deshaciendo el nudo de un extremo para que la piedra sujeta al otro lado hiciese contrapeso y alzase de esta forma la “pseudobarra”. Simple y eficaz, salvo cuando recorríamos la reserva en camión y la barra se quedaba enganchada al vehículo debido a su altura.

Mientras presentaba la documentación del pago por un día en la reserva, un tropel de mujeres maasai desplegaban desesperadamente su merchandising ante la mirada algo cohibida de los turistas. Yo aprovechaba a refugiarme en la caseta a la espera del registro de entrada de nuestro grupo y la impresión de los recibos, los cuales nunca estaban listos porque casualmente la impresora dejaba de funcionar cada vez que pasaba con un grupo, así que tenía que recogerlos al salir del parque por la tarde. Mientras tanto charlaba con mis colegas los rangers y les pedía un cepillo de dientes, una ramita que los maasai utilizan para limpiarse la dentadura con una eficiencia igual o mejor que nuestra tecnología bucal. Se trata de la variedad Salvadora Persica o evergreen, como popularmente se conoce, y lo único que hay que hacer es retirar la corteza de un extremo de la rama y cepillarse con la fibra. Bueno, bonito y gratis. De nuevo con el grupo y mi cepillo de dientes, iniciábamos el safari.

 

Mujeres maasai, Kenia y Tanzania

 

Masai Mara es el protagonista de acoger a uno de los mayores acontecimientos naturales del mundo: la gran migración. Este proceso es un desplazamiento circular de más de 3.000 km y en el sentido de las agujas del reloj, que abarca desde el área de conservación de Ngorongoro hasta la reserva Masai Mara, pasando por el parque nacional de Serengeti, y está protagonizado por 1.200.000 ñús, 200.000 cebras y unas cuantas miles de gacelas. La mejor época del año para observar este espectáculo en Masai Mara es entre julio y octubre, momento en el cual los herbívoros han migrado desde el Serengeti en busca de pastos frescos. A pesar de que ambos parques están en el hemisferio sur y en época de secas, el régimen de precipitaciones de Masai Mara es mayor, por lo que los animales comienzan a migrar desde el Serengeti a partir de abril – mayo para recorrerse cientos de kilómetros hasta llegar en julio a Masai Mara. En esa búsqueda incesante de pastos verdes los herbívoros cruzan ríos, entre ellos el mítico río Mara, escenario de las impactantes escenas que National Geographic recoge de estos cruces en sus documentales. El río Mara nace en el pantano de Napuiyapi, en el escarpe de Mau, a casi 3000 metros de altitud, y muere en el lago Victoria tras un recorrido de 300 km. El río en Masai Mara hace frontera natural entre Mara Triangle y Masai Mara National Reserve, a lo largo de la cual hay varios posibles puntos de cruce de ñus y cebras.

 

Río Mara, Kenia

 

Los ñus y cebras se mueven alrededor de cientos de km2, no existe garantía alguna de ver el cruce en el momento en el que estés allí. Pueden cruzar del Serengeti a Masai Mara y viceversa, y también en el lado de Kenia donde el río Mara discurre de norte a sur y hace frontera entre Mara Triangle y el este del parque. Por cierto, no te extrañes si los ñus tienen un comportamiento torpe y corren de un lado a otro sin sentido porque son así, les encanta “hacer el ñu”, entendiendo por esta expresión movimientos realizados a las órdenes de un cerebro a bajo rendimiento. Otra peculiaridad de este simpático animal que no encontrarás en libros especializados es su sorprendente parecido a Javier Bardem, y no me refiero a su materia gris, si no a su perfil.

 

Gran migración Kenia y Tanzania

 

En mi caso me quedé con las ganas de ver un cruce de cientos de ñus agolpados los unos a los otros en un sálvese quien pueda literal. A principios de la temporada sí que vi en compañía de mi amiga y guía en África Ainhoa un suceso sorprendente: cientos de ñus cruzando un río un día de ruta, es decir, uno de esos días del viaje en el que nos desplazábamos de un punto a otro y estábamos fuera de cualquier reserva. Obviamente no nos lo esperábamos y se trataba de una avanzadilla de ansiosos por hierba fresca. En otra ocasión vi ñus atravesando el río en Masai Mara, pero había que tener una gran capacidad de abstracción porque estábamos a varios años luz de distancia de la escena, la cual se podría describir (con prismáticos) como una mancha gris precipitándose al vacío, y poco más. El resto de veces donde tuvimos la posibilidad de ver el cruce ya que los herbívoros estaban muy próximos al río y en actitud de ofrecernos un espectáculo del más alto nivel, quedaron en intentos fallidos porque no se decidieron a arriesgar sus vidas en ese momento. Por eso hay que tener paciencia, cuando hay manadas de ñus y cebras cerca del Mara es probable que crucen, pero el tiempo de espera para que eso suceda es indefinido; no obstante, si hay suerte la recompensa es memorable. Recuerdo cuando en una de mis “intentonas” nos quedamos casi una hora con la vista fija en unos cuantos ñus y cebras mientras nos tomábamos unos improvisados gin tonic: vimos un cruce de cebra, una kamikaze que se lanzó al vacío desde una altura considerable y consiguió salir airosa de la maniobra, aunque nerviosa y algo traumada una vez al otro lado.

Quizás una de las cosas que más me sorprendió de Masai Mara fue el ambiente de la reserva en el mes de julio, durante el punto álgido de la gran migración, y no me refiero precisamente a las hordas de turistas: había cadáveres de herbívoros tirados por doquier y también flotando en el río panza arriba , el olor en algunos puntos era nauseabundo, y la imagen de los buitres al acecho aumentaba todavía más el aire macabro del lugar; en algunas ocasiones incluso notabas el estrés de ñus y cebras, y no es de extrañar dado el desalentador futuro que les esperaba.

 

Masai Mara, Kenia

 

Otra característica a destacar de esta experiencia es la sobrecogedora visión de 360º de miles de herbívoros dispersos por la sabana y comiendo tranquilamente, en claro contraste con el histerismo que les asalta cuando se ven en la coyuntura de cruzar el Mara. Pensándolo bien, una ciudad superpoblada con miles de personas a mi alrededor nunca me habría hecho tanta ilusión; es más, seguramente me habría asustado y puesto de mal humor.

Pero no todo fue gran migración en Masai Mara, la reserva también nos mostró otras escenas que guardaré a buen recaudo en mi archivo mental bajo el título “No olvidar”. Una de ellas fue la que subtitularía “El guepardo 4×4”, y que sucedió cuando nos acercamos a una manada de todoterrenos que habíamos interceptado a lo lejos. Los vehículos estaban rodeando el típico Land Cruiser con techo abierto extensible que habría pasado totalmente desapercibido de no ser por el guepardo subido a él. El felino daba vueltas buscando la manera de poder bajar, se le veía atemorizado, desorientado y cohibido por la manada de 4×4. El techo extensible deja un hueco para asomar las cabezas de turistas y favorecer la visibilidad, hueco que aprovechó el guepardo para meter la cabeza desesperado por encontrar una salida. Fue un momento donde todos mantuvimos la respiración, el conductor comenzó a abrir la puerta por si acaso el gato entraba y los dos turistas del interior permanecieron quietos y tuvieron la frialdad necesaria en estas situaciones. Cuando el guepardo comprobó que el hueco no le servía para escapar, siguió dando vueltas hasta que decidió comenzar a bajar, primero del techo y luego, puso las patas en las ruedas de repuesto colocadas en la trasera del jeep hasta que finalmente, saltó al suelo para largarse y perderse en las llanuras (y de nosotros).

 

Masai Mara, Kenia

 

Este momento nos sirvió para observar y aprender sobre el comportamiento animal (etología), y darnos cuenta de que el guepardo, aún siendo un animal salvaje y poder inspirarnos miedo, lejos de pretender darse un banquete de turistas con guía local de postre, lo único que quería era salir de la ratonera de vehículos y seguir su camino. Las personas en el interior del vehículo supieron mantener la calma, para evitar asustar al animal y entonces sí, haber podido tener complicaciones. Ambas partes estaban aterradas, el felino por sentirse acorralado y desubicado, y la gente del Land Cruiser por ignorar la reacción del animal. Sin embargo, las personas del 4×4 no se alteraron y dejaron que el guepardo, que solo quería salir por patas de allí, consiguiera su objetivo sin damnificados.

 

Masai Mara, Kenia

 

Un clásico de los safaris son las averías de los vehículos, y Masai Mara no fue la excepción esta temporada. Sin duda la mejor incidencia que recuerdo fue un peculiar cambio de rueda a raíz de un pinchazo. Éramos un grupo repartido en tres 4×4 y me acompañaba Sergi. Paramos en un sitio prudencial para que los conductores pudieran solucionarlo. La chapuza empezó cuando colocaron mal el gato y alzaron el 4×4 dejándolo con la estabilidad de un cojo en la cuerda floja. Solo podíamos esperar a que llegara un todoterreno con otro gato para apañar el desastre. Una vez obtenido el gato y sujeta la mole, sobrevino la segunda parte del proceso, a saber, la elección de la rueda a poner. En ese momento uno de los conductores se acercó a Sergi y a mí y nos preguntó cuáles de las dos ruedas de repuesto veíamos mejor para sustituir la pinchada. Teniendo en cuenta que nuestros conocimientos mecánicos son limitados o por lo menos, más reducidos que el dueño de un Land Rober con años de experiencia sobre el (todo)terreno, la pregunta como mínimo nos desconcertó. Tanto Sergi como yo echamos un vistazo a la rueda con nuestros ojos de “profesionales”, la toquiteamos un poco y por suerte, estuvimos de acuerdo en la elección de la misma rueda. A continuación pasamos a la tercera fase, consistente en quitar la rueda pinchada. En vista de la chocante poca resolución de los conductores, Sergi y yo, con poca práctica en mecánica pero sí en lidiar con turistas ansiosos por continuar con el safari, cogimos las herramientas y empezamos a aflojar las tuercas de la llanta, en ocasiones con un estilo desenfadado consistente en subirme a la llave encajada en una de las puñeteras tuercas para hacer peso y aflojarla. Destuercadas las tuercas, quitamos la rueda y colocamos la de repuesto, recuérdese que esta última rigurosamente elegida por dos profesionales.

Completado el primer día de safari llegábamos por la tarde al campamento para descansar antes de la cena. Esta noche los maasai preparaban danzas típicas con Simon como estrella del musical, un camarero con alma de artista cuyo momento del día era desplegar su talento ante la mirada curiosa de extranjeros, un maasai nacido para los escenarios que rebosaba energía. No había cliente alguno que olvidara a Simon, y yo tampoco lo he hecho. Me enternecía sus reprimendas cuando no me sentaba a comer tranquilamente o dejaba un plato a medias por atender alguna prioridad del trabajo surgida a mitad del menú. Quién sabe, quizás me lo vuelva a encontrar en la siguiente temporada y nos daremos de nuevo uno de esos abrazos cargados de entusiasmo.

 

Masai Mara

 

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