DÍA 5. CRUCE DE FRONTERA Y LUKUBA (LAGO VICTORIA)
Este día era el más pesado de todos, al largo trayecto en camión hasta llegar a la isla de Lukuba (lago Victoria) se unía el cruce de la frontera entre Kenia y Tanzania, y cuando pasas una frontera nunca sabes lo que puede suceder, ni cuánto tiempo va a durar el trámite.
Sin ser una novedad, nos levantábamos muy temprano por si en el trayecto hacia la salida por Oloololo Gate, al norte del Triángulo, teníamos que parar sorprendidos por, pongamos como ejemplo, la lucha encarnizada entre tres leones macho y un búfalo. Íbamos por el lado este del Triángulo dirección norte, por un paisaje de gran belleza tapizado por una variada gama de verdes cuya planicie quedaba interrumpida a nuestra izquierda por las montañas Oloololo; poco antes de alcanzar la salida, la imagen de unos humedales avivados por animales y aves nos despedía con un aire de tranquilidad y bañada por unos rayos de luz tan idílicos que parecía la obra de un magnífico técnico de iluminación. En algunas ocasiones veíamos globos sobrevolando los humedales, en una combinación de colores entre paisaje y globo mejor conseguida que un escaparate de Zara.
En vista de lo mucho que disfrutaba en este tramo del trayecto, tenía que contenerme de parar el camión y aprovechar a echar una foto. Acostumbrada a viajar por mi cuenta y recrearme en los paisajes, me costaba bastante pasar así de rápido por los humedales en la mayoría de las rutas; sin embargo, interrumpir la marcha por complacer mi instinto entiendo que no cuadre en la definición de guía profesional. Por eso en algunas ocasiones preguntaba al grupo si quería parar el vehículo y tomar alguna instantánea para el recuerdo dado que muy seguramente no volverían a ese lugar nunca jamás en sus vidas, y con esta táctica sutil parábamos el motor y yo podía disfrutar un poquito más de este lugar (y mis queridos clientes, claro).
Atravesada la salida de Mara Triangle entrábamos en las áreas de conservación del pueblo maasai (Conservancies), donde locales y animales intentan mantener un precario equilibrio de fuerzas e intereses. Sobrepasábamos poblados con escuelas de cemento pintadas con vivos colores mientras los niños, vestidos de uniforme por herencia británica, nos saludaban entusiasmados. Cuando íbamos en camión solíamos dejar abierto el techo en la parte delantera, y algunos clientes iban de pie subidos sobre una especie de arcón metálico para tener una mayor perspectiva del entorno; tal fue el caso de Jose, el exhibicionista por error, que siempre recordaremos por ir de pie observando emocionado el entorno cuando de repente en un bache se le cayeron los pantalones y nos dejó impresa la visión de un asturiano “sexygenario” dándonos la espalda y enseñándonos los calzoncillos (al menos es de los que lleva ropa interior).
Nosotros cruzábamos la frontera por Isibania y teníamos que pasar por dos trámites: la salida de Kenia y la entrada a Tanzania. Uno de los cruces más reseñables fue a principios de la temporada. En esta ocasión habíamos salido del campamento de Mara Triangle repartidos en 4×4; el cocinero y el ayudante salieron más tarde para organizar la comida de ese día y, dado que nosotros iríamos más lentos por las paradas a lo largo del camino, decidimos encontrarnos fuera de la reserva, en una gasolinera ubicada antes de llegar a la frontera. Aquí nos esperaba el camión, ya que la idea era hacer un cambio de vehículos para continuar el itinerario en este medio.
La aventura comenzó al llegar a la gasolinera, ver el camión y no aparecer por ninguna parte el 4×4 con el resto del equipo, el material de cocina y… la comida. Probablemente si hubiera estado guiando a un grupo de 19 personas en Viena la ecuación se habría solucionado con un par de llamadas, mientras que en ese momento fueron necesarias un par de decenas. El primer obstáculo surgió cuando conductor, cocinero y ayudante parecían no tener cobertura en sus móviles. Tras varios intentos fallidos, se me ocurrió la posibilidad de llamar al acceso de Mara Triangle, donde siempre había personal, para cerciorarme de si el 4×4 había salido de la reserva. Una idea de inigualable genialidad de haber tenido el contacto del acceso de Mara Triangle.
Mientras tanto también tuve que resolver el inconveniente de tener a 19 personas mirando el horizonte el cual, por cierto, no tenía atractivo alguno. En ese momento hice gala de otra de las multifacetas de un guía: desviar la atención. Y es que, qué mejor experiencia que despejarse en una terraza tomando una bebida local y con personal local para entrar en contacto con la cultura local mientras el resto nos encargábamos de solucionar el desastre logístico. Así que cogí al grupo y les invité a esperar en lo que en ese momento me pareció una hermosísima y súper oportuna terraza localizada con gran acierto en el bar de la gasolinera.
Continué con la búsqueda de un número de contacto en internet, pero el teléfono que encontré me remitió a la línea privada de un paisano desconcertado al oír hablar a una española en inglés al otro lado de la línea. Finalmente y con ayuda de los conductores de 4×4, conseguimos dar con alguien del acceso. La información era confusa, pero llegamos a la conclusión de que el vehículo que faltaba había tenido una avería en un día tan oportuno como cruzar de un país a otro, y si alguien era imprescindible ese era el cocinero.
Tras un rato recibí la llamada del cocinero, el gran Ali. Ya localizados y sabiendo que ese día comíamos, teníamos que llegar a la frontera lo antes posible porque una vez en Tanzania todavía nos quedaba llegar al puerto de Musoma y desde allí, coger un barco hasta Lukuba. Decidí entonces que lo mejor era adelantarnos con el camión y quedar con el todoterreno ya en la frontera para ir adelantando los trámites y tener más tiempo en caso de otra incidencia (nunca vienen solas).
El siguiente escollo fueron los sucesivos fallos de comunicación entre el equipo en el todoterreno y yo en el camión: falta de cobertura, “estamos todavía en la gasolinera”, “vamos hacia la frontera”, “todavía no hemos salido de la gasolinera”, “no sabemos cuánto tardaremos”, “hemos cambiado de vehículo”, “estamos de camino”, etc. Llegamos a la frontera y, si tuvimos algún traspiés en los trámites ni lo recuerdo, pero sí en cambio que cruzamos y todavía no había llegado el 4×4. Así las cosas, volví a vender a mis clientes la envidiable oportunidad de dar una vuelta por los alrededores de un lugar tan atractivo como una frontera, una manera original de entrar, nuevamente, en contacto con la cultura local. Obviamente no les convencí de esta supuesta belleza, pero por lo menos nos echamos unas risas.
Tuve la suerte de que un conocido asiduo de la frontera me recomendó un bar cercano mientras esperábamos a que llegara de una puñetera vez el todoterreno. Avisé de mi paradero al equipo, y lo hice con ayuda del conocido ya que haber pisado Tanzania no mejoraba precisamente las llamadas de teléfono de un país a otro. Así las cosas, veinte mzungus nos encaminamos al bar guiados por mi conocido ante la mirada de vendedores ambulantes y dependientes de tiendas, seguramente extrañados de que quisiéramos tomarnos algo atraídos por la hermosura de una frontera.
Finalmente, el bar resultó ser un sitio con terraza y música africana donde había alguna pareja bailando. Tuve mucha suerte, los clientes entraron en contacto con la cultura local y yo no descarto si viajo alguna vez por libre volver a tomarme algo en ese lugar que me salvó el pellejo. Al poco rato, Gaspar, el ayudante, apareció en el bar para decirme que ya habían llegado. La familia volvía a estar reunida, y con comida.
Tanzania nos recibía con sus mejores galas, unas casas bien construidas en las inmediaciones de la frontera que a priori podían llevar a pensar que es un país más desarrollado que Kenia. Por contra, el país del Kilimanjaro tiene uno de los IDH más bajos del mundo. El índice de desarrollo humano (IDH) es un indicador elaborado por las Naciones Unidas que mide el bienestar de un país de acuerdo a parámetros como el acceso a la educación y la salud y que cataloga a los países en IDH bajo, medio, alto o muy alto. Así, mientras Tanzania se encuentra en un IDH bajo, Kenia se sitúa en uno medio. Por lo tanto, la supuesta riqueza de la zona no es representativa del país y probablemente solo sea fruto del comercio fronterizo.
TANZANIA |
KENIA |
ESPAÑA |
|
RENTA PER CAPITA (2017) |
3.200$ | 3.500$ | 38.400$ |
ESPERANZA DE VIDA (2018) |
63 | +64 | Casi 82 |
TASA DE FERTILIDAD (2018) |
Casi cinco hijos | Casi tres hijos | No llega a 2 |
ALFABETIZACIÓN |
78% (2015) | 78% (2015) | 98% (2016) |
Tras la primera guerra mundial Tanganica, la parte continental de Tanzania, pasó de las manos alemanas a las británicas y tuvo que esperar a 1961 para proclamar la independencia. Zanzíbar se desembarazó del yugo británico dos años más tarde y finalmente, en 1963 se declara la república unida de Tanzania. Su extensión es casi el doble que Kenia, casi 950.000 km2; sin embargo, la población no es proporcionalmente mucho mayor, 55.500.000 aproximadamente.
Solíamos llegar a Musoma por la tarde. En el embarcadero de Mativilla nos esperaba Daudi, el barquero, con el que trataba de entenderme a través de un precario inglés por su parte, un desastroso suajili por la mía y algo de mímica mezclada con expresiones faciales exageradas. De todas formas, las fricciones entre ambos eran por su consabida impuntualidad más que por fallos en la comunicación. Cargada la barca con el equipaje y material de cocina, Daudi nos llevaba al grupo, los chicos y a mí hasta la isla de Lukuba a través de las aguas del lago Victoria, cuyos casi 70,000 km2 (más de dos veces la superficie de Cataluña) lo convierten en el segundo lago más grande del mundo por detrás del lago Superior (80,000 km2, región de los Grandes Lagos de Norteamérica). Al igual que sucede con otros lagos en el mundo, el lago Victoria ocupa tres países: Uganda, Kenia y Tanzania. Nosotros visitábamos su parte tanzana.
El lago Victoria es históricamente conocido por ser uno de los motivos de disputa en materia geográfica entre los exploradores británicos del siglo XIX, ya que algunos defendían que aquí se encontraban las fuentes del Nilo Blanco (las fuentes del Nilo Azul están en Etiopía). Varias de estas expediciones fueron financiadas por La Royal Geographical Society de Londres en su afán por descubrir nuevas tierras, como la de Speke y Burton, los cuales acabaron enemistados porque mientras el primero afirmaba que el nacimiento del Nilo estaba en el lago Victoria, el segundo lo situaba en otro lago. Fue precisamente Speke el primer europeo que llegó al lago Victoria y decidió nombrarle así en honor a la entonces reina de Inglaterra.
Unos años después el explorador galés-estadounidense Stanley consiguió circunnavegar el lago y encontrar las fuentes en las cataratas Ripon, dando así la razón a las especulaciones de Speke. Stanley también pasó a la historia por encontrar en el lago Tanganica al desaparecido misionero el doctor Livingstone, al cual no conocía personalmente y cuando creyó haber dado con él se le acercó y preguntó lo siguiente: “Doctor Livingstone, I presume” (“Doctor Livingstone, supongo”).
Personalmente estas exploraciones del XIX es una época que me deja boquiabierta, y es que cuando mis amigos me ven como una aventurera de insaciable curiosidad se olvidan de estos locos que atravesaban territorios ignotos y que exponían sus vidas a tribus hostiles, animales salvajes y picaduras letales de mosquito, dejando mis peripecias en aventuras más propias de un viajero del siglo XXI.
Al margen de las exploraciones del siglo XIX, poco o nada se habla de la historia más oscura del lago. El documental de 2004 “La pesadilla de Darwin” refleja crudamente la realidad que todavía sigue viviendo el lago en la parte tanzana.
La principal fuente de ingresos del lugar es la pesca, sobre todo la perca del Nilo, una especie invasora introducida por un funcionario colonial en los años cincuenta del siglo pasado y que ha acabado con más de doscientas especies endémicas del lago. En los años setenta y ochenta los locales consumían este pescado por su bajo coste. Sin embargo, la perca alcanza los 2 metros de longitud y los 7 kg. de peso, lo que unido a su rápido crecimiento sirvió para crear una potente industria privada de pesca orientada al mercado extranjero. Como consecuencia, a finales de los ochenta comenzaron a instalarse fábricas de fileteado y congelado para venderse al extranjero y los precios de la perca se dispararon, de manera que los habitantes locales no podían pagarla y acabaron por consumir los restos que dejaba la industria. En cambio, la perca del Nilo se vende en nuestras pescaderías como “mero” a precios más baratos que esta especie.
Además, durante la guerra fría los pilotos soviéticos aterrizaban en las inmediaciones del lago para cargar la perca del Nilo a cambio de armas destinadas a las guerras del área central de África. Y por si fuera poco, la llegada de estos pilotos dio lugar al crecimiento de la prostitución y la propagación de sida. De hecho, Kenia y Tanzania son actualmente el cuarto y quinto país respectivamente con mayor población infectada de sida del mundo.
En definitiva, este documental demuestra una vez más cómo la explotación de una materia prima conduce a la miseria de las comunidades locales como los diamantes en Sierra Leona, el petróleo en Libia, Nigeria o Angola, o los bananos en Honduras.
Dependiendo del oleaje tardábamos entre una hora y hora y media en llegar a nuestro destino, Lukuba o Rukuba, una pequeña isla donde priman los insectos, reptiles y aves, sobre todo cormoranes. De camino solíamos ver el lagarto monitor y, con mucha suerte, hasta nutrias y, por primera vez en el viaje kopjes, unas formaciones rocosas de granito que dominan esta parte de la ruta y más adelante, el Serengeti. En la costa estaban dispersos los caracoles de agua dulce que liberan las larvas de los parásitos que transmiten esquistosomiasis, una enfermedad crónica que afecta a la población local, que nada y bebe de las aguas infestadas del lago.
Nosotros llegábamos a la isla justo para ver el atardecer y pasar allí una noche, en algunas rutas dos. En mi caso agradecía el itinerario de dos noches en Lukuba porque podíamos descansar y levantarnos a unas horas más razonables y teníamos un día entero libre que organizaba de manera improvisada según los intereses del grupo. Generalmente aprovechaba a visitar la isla de al lado, Lukuba grande, y nos acompañaba Amos, miembro del personal que trabajaba en el alojamiento de Lukuba y otro de los personajes míticos del viaje junto con Simon.
La población local abarcaba todas las modalidades del sector primario: agricultura, ganadería y pesca. Las casas en su mayoría eran chabolas levantadas con juncos y con techos de chapa a veces cubiertos por redes de pescar en desuso. También había unos pocos privilegiados con casas de fábrica. En algunas ocasiones tuvimos la oportunidad de ver a las mujeres secando el pescado en amplias redes de pesca tendidas en la costa. Era un pescado muy pequeño tipo chanquete capturado por los hombres en noches de luna nueva, cuando las barcas podían atraerles con la luz. Finalizada la faena, ellas se encargaban de secar el pescado golpeando la red con ramas a modo de escobilla para voltear la captura de un lado a otro.
En nuestro recorrido por la isla Amos hacía de intérprete entre los locales y nosotros y también de animador, porque le fascinaba ser el centro de atención y dar explicaciones con movimientos teatrales y tono afectado para darles mayor importancia, aunque estuviera hablando del cultivo de la yuca, muy extendido en este lugar. Así me enteré de que las tierras son comunales y arrendadas al estado por un período de 99 años o de que los pescadores no tienen una barca en propiedad y viven en condiciones pseudofeudales. En estas visitas conocí a Rose, la directora de la escuela. Ella y los profesores llevaban un exhaustivo registro de las carencias en las instalaciones y el material, por ejemplo, número de pupitres y sillas necesarios, así como de los niños escolarizados; aunque fuese de esperar, ver en el registro el abandono escolar casi por igual de niños y niñas a partir de los diez años me provocaba desazón. También visitábamos el nuevo hospital, aunque tanto este como la escuela siguen en construcción.
De vuelta en la isla pequeña de Lukuba Amos nos presentaba el menú de la cena, explayándose como si fuese aquello el banquete de los príncipes de Inglaterra. Sus múltiples facetas de guía por Lukuba, animador de eventos y camarero son comparables a Eddie Murphy en Norbit, una comedia donde el actor interpreta varios papeles diferentes.
Fuesen una o dos noches en la isla de Lukuba, nuestro siguiente punto en la ruta era un lugar sin parangón: el parque nacional de Serengeti.