DÍA 7. JERUSALÉN (MAHANE YEHUDA MARKET, MONTE DE LOS OLIVOS)

Este día nos lo habíamos reservado para visitar el mercado de la parte nueva de la ciudad, pasear por los barrios de la ciudad vieja y visitar el monte de los olivos para ver el atardecer desde el cementerio judío. Por supuesto, antes de irnos desayunamos en mi nueva casa y nos despedimos de los encantadores dueños pero sobre todo, de nuestra habitación “king size”.

Cogimos el coche para ganar tiempo y lo dejamos en un parking a dos pasos de Mahane Yehuda Market, el mercado local. Recorrimos sus calles con puestos de frutas, verduras y dulces, entre ellos el halva, un auténtico pecado para quienes estén a dieta. El halva es similar a nuestro turrón, consiste en una masa hecha con pasta de sésamo a la que se le da la forma de súper pastel. Te recomiendo probarlo en pequeñas dosis para evitar morir empalagado. Compramos frutas exóticas como la pitaya, la fruta de la pasión y el carambolo, aunque las principales frutas cultivadas en Israel no son exóticas, si no cítricos, uvas, manzanas, peras y albaricoques. Tan solo un 20% de la tierra de Israel es cultivable, pero el país ha conseguido producir el 95% del consumo interno gracias al desarrollo de técnicas agrícolas como el tratamiento de aguas residuales.

Yehuda Market, Jerusalén, Israel
Haval

También compramos un pan aderezado con zaatar y aceite de oliva, una riquísima mezcla de especias tradicional de Oriente Medio. La primera vez que lo probé fue en Melbourne (Australia), en un local de comida rápida regentado por libaneses, en el cual aguanté trabajando un mes y donde lo único que merecía la pena, personal incluido, fue el zaatar (en cada experiencia siempre se aprende algo). Quería que mi querido amigo Alberto lo probara, y le encantó a juzgar por el número de veces que lo dijo.

Visto el mercado, volvimos al coche para ir hasta la ciudad vieja. Aparcamos cerca, en el parking de un centro comercial (Mamilla Mall). Callejeamos primero por el barrio armenio, absolutamente impoluto, no solo de suciedad si no también de seres humanos. Fue muy agradable recorrer las calles marcadas por el silencio y las paredes blancas de piedra. Tiene varias iglesias de relevancia para la tradición cristiana.

En el barrio judío nos topamos con los restos arqueológicos del cardo romano (el Cardo), la vía principal que antiguamente atravesaba toda ciudad romana de norte a sur. Este cardo data de los tiempos de Aeolia Capitolina, la Jerusalén romana. Es una zona atractiva para visitar y, una vez más, sirve para hacerte a la idea de la amalgama cultural de Jerusalén. A los lados del cardo, como sucedía en época clásica, hay varias tiendas que confieren al ambiente un interesante contraste entre lo antiguo (muy antiguo, de hecho) y lo moderno.

Jerusalén, Israel
Barrio judío

Continuamos andando por el Cardo hasta llegar a la altura del Santo Sepulcro. Paseamos por sus alrededores e hicimos una parada para tomarnos algo en el peculiar Ad-dabbagha Market. Accedimos por una entrada con arcos de piedra a un espacio pequeño con tiendas de souvenirs y terrazas a pie de calle. Pelados de frío, pagamos y reiniciamos la marcha.

Ad-dabbagha Market, Jerusalén, Israel
Ad-dabbagha Market

Volvimos sobre nuestros pasos hacia el barrio judío, subimos unas escaleras en frente del Muro de las Lamentaciones y fuimos recorriendo los tejados buscando panorámicas de la ciudad desde diferentes puntos de vista. Aquí habíamos estado el día anterior pero, como estaba nublado y lloviznaba, quise volver para ver al natural esa postal de las tiendas que muestra la Cúpula de la Roca sobre cielo azul, como así fue.

Jerusalén, Israel
Panorámica de la ciudad vieja

A continuación, subimos andando hasta el Monte de los Olivos, donde la tradición cristiana localiza el sermón de la montaña, el último que Jesús dio ante sus discípulos y apóstoles. Al principio del trayecto dejamos a nuestra izquierda la Tumba de María y un poco más adelante, a la derecha, entramos en el Jardín de Getsemaní o Huerto de los Olivos, donde Jesús pasó la noche anterior a su arresto. Los troncos de los olivos no tienen anillos, lo que dificulta calcular su edad, pero parece ser que algunos alcanzan los dos mil años de antigüedad. Este terreno pertenece a la iglesia católica aledaña, la de Todas las Naciones, donde se dice que oró Jesús antes de ser apresado. Desde este pequeño jardín presenciamos unas bonitas vistas de las cúpulas doradas que decoran la iglesia de María Magdalena, situada detrás de la iglesia de Todas las Naciones.

Continuamos por una escalinata con innumerables peldaños, perdí la cuenta y la noción del espacio, porque llegué a pensar que nos habíamos confundido e íbamos camino al Cielo. Dejamos atrás iglesias y conventos mientras íbamos echando un vistazo a la panorámica que había a nuestras espaldas. Paramos donde mejores vistas teníamos para contemplar el atardecer, aunque el sol estaba tapado por la silueta de la ciudad. No obstante, el cementerio judío que recorría parte de la ladera y Jerusalén de frente fue un espectáculo memorable.

Jerusalén, Israel

Nos despedimos de una ciudad extraordinaria que, independientemente del credo, no deja a nadie indiferente. Una ciudad disputada por dos pueblos históricos, con judíos orando hacia un Muro que forma parte de uno de los lugares más santos para los musulmanes, con un Vía Crucis que discurre en parte por el barrio musulmán, de manera que uno recorre la Vía Dolorosa mientras pasa por tiendas que venden manos de Fátima, rosarios y kipas, todo en el mismo sitio. Esta es Jerusalén, donde todo se mezcla en un equilibrio tenso y (in)controlado, y donde es difícil encontrar la solución que daría la paz y tranquilidad definitivas a la ciudad.

Jerusalén desde el Monte de los Olivos
Jerusalén desde el Monte de los Olivos

Hicimos noche en Tel Aviv, lo justo para salir un rato y catar ese ambiente nocturno tan afamado. Nos alojamos en Abraham Hostel Tel Aviv, muy bien preparado para los viajeros. Un empleado con pinta de Sacha Baron Cohen en versión israelí nos recomendó Cheers, según él un auténtico bar de rock lleno de “broken souls” (literalmente, “almas rotas”). La descripción nos entusiasmó y nos fiamos de la sugerencia porque una vez más, vimos cómo se le iluminaba la cara describiendo “El Bar” al igual que a los chicos de Haifa y Mitzpe Ramon. Yo tenía mucho hambre y me encontraba en ese punto entre al borde del desquicio y el desmayo (tengo mal aguante ante los casos de inanición), así que buscamos un sitio cercano al hostal para cenar. El elegido fue Jackies, donde comimos una pizza excelente y yo recuperé mi buen humor.

A continuación fuimos a Cheers, efectivamente un auténtico bar rockero de “broken souls”. Uno de los camareros, con una melena negra larga y atada en una coleta y vestido, como era de esperar, de cuero negro, nos sirvió un par de cervezas locales. A pesar de estar prohibido en Israel, la gente fumaba a nuestro alrededor; de repente, dejaron de hacerlo y, tras unos diez minutos, el camarero de coleta volvió a abrir la veda gritando a pleno pulmón con gran jolgorio. Seguramente alguien había entrado para hacer una inspección, pero nosotros fuimos incapaces de averiguar quién, aunque por lo menos fuera el que fuese ese “quién”, había conseguido ser discreto para alguien (nosotros). Por su parte, los “broken soul” respondieron con una especie de “¡hurra!” en jerga local y comenzaron al unísono a fumar de nuevo. La sincronización de llevarse todos el piti a la boca nos dejó perplejos, y pensé que seguramente los guardaban en sus bolsillos ya encendidos para sacarlos a la mínima oportunidad.

Mi querido amigo Alberto estaba marchito y necesitaba descansar. Dejamos que el camarero de coleta terminara de besar y despedir a su novia adolescente para hacerlo nosotros, pero dándole la mano. Nos gustó el ambiente de hermandad que se respiraba en el local (a parte del humo), y apuesto una chupa de cuero a que de vivir en Tel Aviv acabaríamos siendo una de las “broken soul” de Cheers. Todo un acierto gracias a Sacha Baron Cohen versión israelí.

Diario ilustrado de Israel

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