DÍA 2. JARDINES DE HAIFA, ACRE, SAFED Y TIBERIAS

La mañana se levantó con un cielo limpio gracias a la incesante lluvia del día anterior. Intentamos desayunar en un local palestino con una combinación aparentemente excluyente, una lavandería – café, Almakwa Laundry and Café. Intentamos porque tras haber pedido, esperar a que llegara la cocinera y transcurrida media hora, aparecer la cocinera y preguntarnos qué queríamos para desayunar, decidimos que lo más prudente era cambiar de sitio. Nos contentamos con un local de comida rápida frente al alojamiento, sobre todo yo que tenía a mi disposición el amado hummus para mezclar en un bocadillo con verduras como la deliciosa berenjena.

Solventada la logística del desayuno, decidimos echarle un vistazo a los jardines Bahaí desde la avenida Ben Gurion. Estos jardines están construidos en terrazas sobre el monte Carmelo y coronados por el santuario de Bab, profeta de la religión bahaí y lugar de peregrinación. Nosotros no entramos por falta de tiempo, ya que si añado la falta de interés me preocupa que los amantes de estos jardines, tales como la recepcionista extraña, se enteren. Cierto es que los jardines impactan por su tamaño, construcción en terrazas y colorido, pero creímos suficiente verlos desde fuera.

jARDINES DE HAIFA, ISRAEL
Jardines de Haifa

Nuestro siguiente objetivo de la ruta estaba a 25 km, Akko (Acre). Considerada una de las ciudades más antiguas del mundo, nos sorprendió sus dimensiones. En nuestro imaginario sobre Israel teníamos la idea de ciudades pequeñas con encanto, pero en la práctica nos encontramos con urbes modernas de tamaño medio con un casco histórico (“ciudad vieja”) más atractivo y acorde a lo que esperábamos.

Acre ha pasado por diversas manos a lo largo de su historia: asirios, griegos, ptolomeos, romanos…. Durante el dominio musulmán fue conquistada por los cruzados en dos ocasiones y posteriormente, por los mamelucos y los turcos otomanos. A principios del siglo XX y con la desaparición del imperio otomano, pasó a formar parte del mandato británico hasta la proclamación del estado de Israel en 1948.

Durante nuestra parada express en esta ciudad dedicamos un par de horas a la ciudadela de Acre o sala de los caballeros, una fortaleza levantada en el siglo XII por la orden hospitalaria de san Juan de Acre, nombre con el que se le conocía durante el dominio de los cruzados. Con respecto a los hospitalarios, esta orden estaba destinada al cuidado de los peregrinos que viajaban a Tierra Santa durante el medievo.

Plano ciudadela de los caballeros, Acre, Israel
Plano ciudadela de Acre

En el precio de la visita está incluido el servicio de audioguía en diversos idiomas, el cual ofrecen a la entrada. Pedimos la audioguía en castellano y solo nos explicaron que funcionaba de manera automática, no era necesario introducir números. El inconveniente sobrevino cuando las explicaciones de la voz masculina se cortaban para dejar paso, de repente y sin motivo aparente, a la femenina, y viceversa. Y eso cuando no se repetía toda la charla por error. En un principio creímos que la grabación de la audioguía estaba mal hecha, pero luego vimos que había varios símbolos de wifi a ciertos metros de distancia cada uno puestos en el suelo; entonces pensamos que la audioguía se sincronizaba con estos iconos, y desde entonces funcionó mejor, aunque había fallos técnicos cuando pasábamos por una zona donde el wifi se solapaba. Con tanto lío, hubo un momento en el que me sentí en un scape room y barajé la posibilidad de que esta actividad también estuviera incluida en el precio de la entrada. A pesar de todo, el montaje museístico es muy moderno, con sonidos e infografías que reproducen escenas medievales.

La sala de las columnas (refectorio), San Juan de Acre.
La sala de las columnas (refectorio), San Juan de Acre.

Nuestro programa del día estaba ajustado, así que callejeamos por la ciudad vieja y el puerto de Acre, y de camino al coche paramos en un local para comer un pan de pita. El dueño no hablaba inglés y nos entendimos por señas, aunque con el hambre que tenía habría arriesgado mi estómago (y el paladar) a cualquier cosa. Sin embargo, chapurreaba algunas palabras en castellano, y señaló orgulloso una foto que tenía con un jugador del Barça en su viaje a España.

Reconfortada por el pan de pita energético, cogimos de nuevo el coche dirección a Zefat (Safed) antes de quedarnos sin luz. Me habría gustado perderme más por las callecitas de la antigua Acre, pero Israel en invierno tiene el inconveniente de que los días son cortos, así que a las 17h anochece. Si por el contrario decides invertir más tiempo en Acre, tienes el baño turco de El Basha, el túnel de los templarios, el caravansar Khan en Umdan y las mezquitas el Zeituna y al Jazzar.

Llegamos a Safed con los últimos coletazos de luz, lo justo para dar una vuelta por la colonia de artistas, recomendable por sus sinuosas calles y aire bohemio. Reconocida por los judíos como ciudad santa junto con Jerusalén, Tiberíades y Hebrón, está ubicada sobre una peña a 900 metros del nivel del mar, de ahí que sintiéramos más el frío, pero también los gemelos de las piernas de subir y bajar cuestas y escaleras. Sin embargo y, contra todo pronóstico, lo que más me sorprendió de Safed no está en ninguna guía: un supermercado local. Entramos para abastecernos de algunos víveres, pero quedamos colapsados por la vestimenta de las mujeres: una falda hasta los tobillos y un pañuelo enrollado en la cabeza a modo de turbante y de proporciones exageradas. Con la indumentaria de ellos estábamos más familiarizados, eran judíos ortodoxos que vestían con el típico sombrero negro de ala ancha (tophat) y par de tirabuzones, y los niños sustituían el tophat por la kipa. En lugar de un supermercado, parecía que nos habíamos colado en una sinagoga. Los fieles por su parte se movían en el supermercado con naturalidad e indiferencia, cogiendo aquí y allá latas de conservas de una estantería, verdura y fruta de un mostrador o aquello que necesitaran, es decir, estaban haciendo lo que se espera hacer dentro de un supermercado; mientras, nosotros, estábamos en medio del súper atontados observando el panorama y olvidándonos de nuestra compra. Al final recopilamos un poco de comida, realmente productos inconexos como una crema de cacahuete a comer con un cuchillo de plástico, algo de fruta y un par de cervezas, dado que no estábamos para tomar decisiones.

Supermercado Safed, Israel

Safed, a diferencia de Nazaret, es totalmente judía, la población árabe que la habitaba huyó en 1948 a Cisjordania y los países limítrofes. Salvo que seas experto, es difícil distinguir la inabarcable variedad de corrientes religiosas judías. Los judíos ortodoxos, por poner un ejemplo, son aquellos que siguen la tradición judía de forma más estricta y se dividen en modernos (religiosos sionistas de Israel), y haredim (ultraortodoxos), y estos últimos a su vez en hasídicos (con otras cincuenta subdivisiones), litvaks y sefardíes. En fin, como para ponerse a identificar a cada uno. De todas formas, el sombrero de ellos es una de las piezas clave para poder distinguirles, aunque solo grosso modo. Los que más abundaban en los lugares que visitamos de Israel son los tophat, los sombreros negros de fieltro que tan bien quedan en las fotos.

Como curiosidad, muchos de los sombreros de judíos ortodoxos del mundo provienen de la fábrica española Industrias Sombrereras de España (ISESA), situada nada más y nada menos que en un pueblo de Sevilla, Salteras. La demanda judía abarca un 25% del mercado de ISESA, un comercio que se remonta a hace treinta años y que se ha duplicado en los últimos cinco.

La fábrica de estos sombreros es más compleja que cualquier ritual cabalístico. El fieltro de este accesorio se confecciona en España con pelo de conejo comprado de Portugal o Bélgica, también pelo de liebre y castor, y para lijarlos se emplea escamas de tiburón. El fieltro se consigue endurecer con una goma extraída de un árbol de la India tras la picadura de un mosquito. Solo faltaría importar minerales del planeta Júpiter para la tintura negra del sombrero y así la manufacturación sería perfecta. En resumen, todo un arte para cubrir las cabezas de ortodoxos en señal de respeto a Dios, una lástima que sean tan desfavorecedores después de todo el esmero que lleva su fabricación.

Jerusalén, Israel
Tophat fashion waterproof
Jerusalén, Israel
Judío ortodoxo con tophat

La noche cayó sobre nuestras cabezas (descubiertas) en Safed. Nos alojamos en la ciudad de Tiberias (Tiberíades), en un hostal homónimo a orillas del mar de Galilea, también conocido como lago de Tiberíades o de Genesaret. Es el único lago natural de agua dulce de Israel y se alimenta sobre todo de la cuenca hidrográfica del río Jordán. Al igual que el mar Muerto, se encuentra a unos 210 metros por debajo del nivel del mar, y tiene una extensión de 160 km2 aproximadamente. Según la Biblia, Jesús andó sobre las aguas de este mar, multiplicó los panes y los peces y también reclutó a varios pescadores como apóstoles. El nombre de la ciudad alude al emperador Tiberio, ya que fue fundada por Herodes en honor a este emperador romano.

Esta noche no cené porque me había empachado de crema de cacahuete huntada en el cuchillo de plástico (o al revés) y mi querido amigo Alberto se pilló una pizza en un local de comida rápida. Pregunté al empleado por un bar cercano donde poder tomarse una cerveza y discutir sobre todos los estímulos que habíamos recibido en nuestro segundo día en Israel (esto último no fue necesario mencionárselo). El tipo no dudó en la sugerencia: el Big Ben, según él el mejor bar de Tiberias y con música de los ochenta. Se le iluminaron los ojos cuando dijo Big Ben, señal de que su recomendación era franca y estaba hecha con el corazón.

Fuimos al bar mítico de Tiberíades y nos tomamos un par de Maccabee, la cerveza local, mientras nos enzarzamos en un bucle de conversación, esta vez sobre la riqueza del país de Israel, cuyo alcance nos había pillado totalmente por sorpresa.

Diario ilustrado de Israel

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